Crazy Drummer’s Day en Quintanar de la Orden

Y rugieron como 100 truenos, los tambores en Quintanar y juntos creamos el Crazy Drummer’s Day. Así podría acabar cualquier novela épica, tipo Juego De Tronos, pero realmente es lo que sentí al participar en esta locura llamada, Crazy Drummer’s Day. Un evento ideado y creado por Oscar Escamilla Martinez, para conmemorar el décimo aniversario de su academia, La Cochera, en Quintanar de la Orden.

No creo que llegara a imaginar la magnitud que acabaría teniendo el evento, ni la emoción que despertó en esos 121 bateristas que al final nos dimos cita allí. Un día magnífico de compartir, de saborear y de conocer a enamorados de la batería de todas las esquinas del país. Todos unidos para hacer historia. Y la hicimos, vaya.

No sólo fue un récord…

El Crazy Drummer’s Day, no fue sólo un récord. De hecho fueron dos. Fue una maravillosa excusa para reunir a profesionales, amateurs, niños, jóvenes, mayores, las mejores marcas del mercado. Todos juntos por un bien común. Compartiendo experiencias y vivencias, en el evento en torno a la batería, más especial que se haya realizado en este país.

Y la cosa se complicó a dos semanas…

Estaba todo preparado y en marcha. Toda la publicidad en la calle. Todas las marcas implicadas. Desde la redacción de MassBateria, llamando a todos y a todas para poder cumplir el sueño de ser Guiness con nuestro instrumento.

Poco a poco se iban apuntando más y más baterías al evento, pero aún estábamos lejos de conseguir el récord, cuando pasó lo peor. Brasil acababa de batir el récord con 104 participantes! Oscar, lejos de desfallecer, redobló esfuerzos y nos pidió a todos que quemásemos todas las naves en pos de conseguir la victoria.

La implicación en todo esto de Carlos Escobedo, cantante y bajista del grupo Sôber, también fue determinante para el éxito. Gracias a su tesón y presencia, fueron apuntándose bateristas como Jota Marsan, Manu Reyes Jr., entre otros.

Estos bateristas y muchos más, como Oscar Chamorro, uno de los «motores» a nivel promocional por las redes y desde su web, hicieron lo imposible con vídeos, comentarios, compartiendo el evento para contagiar a todos los baterías, de la locura del Crazy Drummer’s Day.

Y pasó lo que sucede cuando se junta tanta buena gente por un bien común…que conseguimos inscribir a 140 baterías!! Ahora sí que estaba el récord a nuestro alcance…pero aún no estaba todo dicho.

Llegó el gran día…

Hay quién a las 9 de la mañana ya estaba en el recinto. Es el caso de mi joven amigo Jorge, que vino desde la provincia de Castellón de la Plana con sus padres, Jorge y Carmen, sus mayores fans. Y es que Jorge vive por y para la batería desde que nació.

Todo el recinto ya estaba marcado y delimitado para que, con ayuda de los voluntarios de Quintanar, se situaran los participantes y también las marcas en las jaimas que la organización tenía preparadas para la ocasión.

Allí se dieron cita marcas como: DW, PDP,  Zildjian, Pearl, Paiste, Yamaha, Benny Drums, Cajones La Rosa, Wincent, Mapex, entre otras. Destaco el stand de Drum City, esa nueva tienda con un concepto más que innovador en España y que debes visitar sí o sí, si eres baterista. está en Murcia, pero vale la pena, cada kilómetro que recorras para llegar hasta ellos.

Pruebas, hermandad y calor…mucho calor!

Durante la mañana, montamos nuestro stand. Yo acompañaba a mis compañeros de Benny Drums, marca con la que he empezado a colaborar y que va a dar mucho que hablar.

Además, realizamos todas las pruebas de sonido y lo más importante, ensayamos el récord. Un sudor frío recorrió mi espalda, cuando el primer intento resultó fallido. Yo era el tercero de todos. Miré hacia atrás y enseguida me tranquilicé. Las caras de todos mis nuevos hermanos, me indicaban que no había de qué preocuparse. Iba a salir todo bien.

Oscar, micrófono en mano, animaba y dirigía todo el cotarro de forma decidida y segura. Llevaba trabajando en esto día y noche durante dos meses junto a su mujer, y sabía, intuía, que al final, todo el esfuerzo habría valido la pena.

Aunque al principio hacia fresquito, pronto la realidad del sol y la claridad del día, nos recordó en forma de calor sofocante, que estábamos en La Mancha. Humedad relativa: 0%!!

Menos mal, que habían una barras muy bien gestionadas, para socorrernos y no dudé en probar una cervecita, que para mi alivio, estaba helada.

Después de recoger mi mochila como participante, me dispuse a saludar y visitar a compañeros y marcas. El mundo de la batería es pequeño y nos conocemos todos, la verdad.

Se acerca la hora de la verdad…

Después de comer, pude ver todos los clinics de las marcas y me tocó presentar en sociedad a las nuevas Benny Drums, que no dejaron indiferente a nadie.

Pudimos disfrutar de Jota Marsan con Mapex en la carpa de Drum City. También vimos a Manolo Cascales, tocando un par de temas de Led Zeppelin con su fabulosa Ludwig Vistalite Amber de la época.

Manu Reyes Jr. nos enseñó lo nuevo de Zildjian. Unos platos de efectos muy interesantes, que espero checkear pronto aquí para todos vosotros.

Tama presentó su nuevo doble pedal Iron Cobra, con la ayuda de Rafa Díaz, batería de Barón Rojo. Hay que decir, que no tuvo ocasión de haberlo probado antes y eso se notó en la demo, pero supo salir más que airoso de la situación.

Oscar Bravo, hizo las delicias de todos los amantes del metal haciendo rugir sus platos Bosphorus, en el stand de Iberdrum, distribuidor de baquetas Wincent entre otras marcas.

Por mi parte, tuve la gran suerte de contar con mi amigo Rosendo Cantó, que se puso a los mandos de una Benny Drums, para gusto de todos los que allí estábamos. Desde aquí mi más sincera enhorabuena y las gracias por la pequeña «encerrona», ya que hasta cinco minutos antes, no sabía que iba a tocar allí!

El último clinic corrió a cargo de mi gran amigo Pino Rovereto, endorser de DW drums, entre otras marcas. hizo un repaso por la la forma de construir de la marca. Tuvimos la ocasión de escuchar varias cajas de la mano de este gran profesional y comunicador. He de decir que Gewa, distribuidor de DW en España, echó toda la carne en el asador en este Crazy Drummers Day.

Tengo que destacar el buen hacer de todas las marcas, al respetar perfectamente los tiempos de cada uno en su actuación particular.

Llegó el momento de hacer historia…

Hacia las 19:30, llegó el momento más esperado. Nos hicieron salir a todos los participantes del recinto, para volver a entrar uno a uno. Firmamos una hoja de registro y se nos filmó al hacerlo. Normas que había que cumplir para poder optar al récord.

A medida que firmábamos, nos dirigimos cada uno a su kit, concentrados, expectantes y con ganas de que por fin llegara nuestro momento.

En el escenario principal habían dos baterías montadas: una DW, cedida por Drum City y una Pearl, que fue la que usaría Manu Reyes Jr.

Desde el aire, Irene Bernad se encargaba de grabarnos a todos para la verificación del Récord Guiness y abajo, mientras participábamos, Diego del Monte, hacia lo propio, pero desde el suelo.

El primer récord consistía en realizar un crescendo continuado y secuencial, de todos los que allí estábamos. La organización decidió que hiciéramos un sencillo ritmo, para que no hubiera posibilidad de error.

El segundo récord, se trataba de dar el golpe más fuerte de caja, lo que se consiguió dándolo todos a la vez. Tras varias pruebas, quedó claro que el récord iba a ser nuestro…

Y llegó el momento…

Al poco, ya estábamos todos sentados en nuestros respectivos kits.  La tensión se palpaba en el ambiente. Llevábamos todo el día bajo un sol abrasador y necesitaba, necesitábamos cumplir con lo prometido. Nos habíamos reunido más de 120 baterías. Habíamos compartido clinics, comida, amistad y colegueo y ahora, llegaba el momento de hacer historia.

No importaba el nivel que tuvieras como batería, ni por supuesto la edad, el sexo ni el color. Sólo importaba estar allí, aportar cada uno nuestro granito de arena y todos juntos, superar el reto que nos habíamos impuesto.

La grúa que debía llevar a Irene Bernad, empezó a elevarse para filmar a todos los participantes. El juez de tierra, se acercó a mi compañero, para dar inicio al récord.

Ya no faltaba nada!!

Yo estaba en tercer lugar. El tercero de 121. Llevo mucho años tocando, pero en ese preciso momento, me transporté en el tiempo, al primer bolo que hice con 15 años y durante un instante, sólo un instante, sentí ese pánico escénico de nuevo…

Pero fue sólo un instante. En cuanto mi compañero marcó 1, 2, 3, 4 con las baquetas, supe que lo conseguiríamos. Un compás, el primero. Cada nuevo compás, daba la entrada a un nuevo compañero. Miré a mi derecha. Era el momento. Había que empezar el ritmo sin un platillo de más ni de menos, simplemente, tu, pa, tu, tu, pa y así una y otra vez hasta completar la actuación de cada uno de mis hermanos.

Si fallabas, si se te caía una baqueta, si no aguantabas tú o tus compañeros, no conseguiríamos el récord. Podíamos repetir, pero la gracia estaba en hacerlo bien a la primera.

Se acercaba el momento, mi momento, el de cada uno de los baterías allí presentes. Miré una última vez a mi alrededor. El perímetro del recinto estaba repleto del público expectante. Vecinos de Quintanar de la Orden y seguro, los familiares y amigos de los que allí estábamos. Mi familia de Benny Drums, mis amigos de Quintanar. Se notaba en el ambiente esa complicidad de todos porque en unos minutos, quizá apenas 5, iba a aparecer en el mapa mundial, un pequeño pueblo de la Mancha llamado Quintanar, donde se iba a batir un récord certificado a nivel global: El mayor número de baterías ejecutando un crescendo.

El segundo compás acababa de empezar. Miré hacia el frente. Miré mis manos. Se acercaba el momento. Mi compañero me miró: «Es la hora», me dijeron sus ojos con un guiño de complicidad.

Yo a él no le conocía de nada hasta ese día, pero tras pasar esas horas juntos, con los demás compañeros, parecía que nuestra amistad fuera de años.

Y toqué. Bombo y hi hat, luego caja y hi hat. Sólamente eso. Y luego seguí. Me encerré en mi interior en mi instrumento y toqué pensado, sopesando cada uno de los golpes de esos 121 compases. Escucha los míos y los de mis compañeros.

El ritmo era bastante preciso. A veces, fluctuaba por momentos, pero todo rondábamos esos 120 bpm. Por la P.A. y recogido por el micro del juez, me llegaban los ecos retrasados de los últimos participantes.

A veces mi mirada, iba hacia atrás al detectar que nos acelerábamos: «tranquilos, poco, a poco, sin correr, ya es nuestro» decía mi cerebro, empujando a mis labios, que sabían que no podían decir nada. En ello nos iba el récord.

De pronto, las palabras mágicas: un, dos, tres cuatro!! Y el silencio…

Y segundos después tras una sonrisa en nuestros labios, se desató la pasión en todos nosotros, a través de nuestros brazos, hacia nuestras baquetas. Y los tambores rugieron libres de nuevo, ya con el trabajo realizado en Quintanar de La Orden, un pequeño pueblo de la Macha, que ya tenía su sitio en la historia y con él, todos nosotros.

Habíamos logrado el récord mundial. Una nueva marca que era ahora propiedad nuestra, lograda con nuestras manos y baterías.

La consecución del segundo fue la explosión final, el desatar todas las tensiones acumuladas en un sólo golpe sobre 121 cajas con dos manos, logrando sonar a 127’5 db’s!!

A celebrarlo!!

Y después, tocamos todos como locos con Carlos Escobedo de Sôber, con Manu Reyes Jr. y con todos los allí reunidos. Arrepentido sonó como nunca con la compañía de 123 baterías al unísono. Nos gustó tanto, que la tocamos dos veces. Luego fue el turno de la canción de la Rock School.

De vuelta, agotado, a mi casa, pensaba y recreaba en mi mente lo sucedido. Todos los momentos del día y me dí cuenta, que no hubo ni un solo mal momento. Nadie distorsionó ese momento. Por todo esto, yo soy batería y batería moriré!!

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