El amo de las 1000 drumkey

Hoy es un día genial porque por fin se ha cumplido uno de mis sueños como responsable de MASSBATERIAA mis manos a llegado por fin, el artículo definitivo del frikismo bateríl más enfermizo. Yo lo he querido llamar, El amo de las 1000 Drumkey.

Aun no voy a desvelaros de quién se trata, aunque seguro, que para muchos miembros de Batacas, no será ningún misterio. Él es uno de los mayores fikis que conozco. Gran persona, buen baterista. enamorado de su familia y de todo lo relacionado con Star Wars. Defensor implacable de la marca Mapex.

No me equivoco, si creo que me debía este artículo desde hace más de 3 años. Ha tenido que llegar un virus y una pandemia mundial, para que de una vez por todas,  se decidiera a acabar este fabuloso relato, que no artículo, ya que su estilo al escribir, está fuera de toda duda. 

Y ahora, si. Sin más dilación, aún a riesgo de que se me considere que hago tratos de favor hacia cierta marca que empieza por M, os presento al Amo de las 1000 Drumkey, ¡Abel Garró Gómez!

¿Obsesión? ¿Diogenismo? ¿Pasión? ¿Casualidad? ¿Qué hizo que empezara a coleccionar llaves? Algo mucho más simple, ¡perdí la única que tenía! ¿Quién no ha extraviado alguna vez su llave de afinación? Sí, esa que hace tan solo 10 seg. teníamos entre las manos y con la que acabamos de retirar los tornillos para poder cambiar ese parche que ya está demasiado gastado. Es extraño, pero parecen tener la capacidad de transportarse a un universo paralelo. Comentando el caso con algún guitarrista, he llegado a la conclusión de que existe alguna especie de conexión entre nuestras llaves y sus púas. Parece que, pese a ser de materiales distintos, tener morfología y peso totalmente diferentes y tener funciones para nada relacionadas entre sí, comparten esta extraña capacidad de volatilizarse para reaparecer en el rincón más insospechado cuando ya no las necesitas.

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Un tiempo después de empezar a tocar, compré mi primera batería y con ella me entregaron un pequeño artilugio metálico que cumplía diversas funciones; ajustar la maza del bombo, fijar o aflojar las memorias de los toms y pies de plato, pero sobretodo tenía que servir para ajustar la tensión de los parches. Al principio, sirvió para ajustar las mencionadas memorias y poco más. ¿Afinar? ¡Eso es de cobardes! Una vez ajustadas las medidas de la batería acabó guardada en un cajón hasta que mi primer maestro, Juanjo Insausti, me explicó ( Si, en una época en que internet era poco más que una utopía, dependías de que alguien te explicara cómo funcionaban las cosas) cómo proceder para ajustar el tono de los tambores y conseguir así un sonido que se ajustara más a cómo creía yo que debía sonar mi instrumento.

Bien, pues una vez que empecé a darle uso, no tardó demasiado en desaparecer, ¡la muy! De manera que, empujado por la necesidad, me dirigí a una tienda de instrumentos a comprar una nueva llave. La tienda escogida fue «La Clau de Sol», una tienda cuyos orígenes se remontan a 1956 y que aún funciona hoy en día. De un cajón sacaron una llave que solo se parecía a la que había perdido en que ambas tenían un orificio con la misma forma cuadrada. Por lo demás eran diferentes.

 La que perdí era de un cromado brillante, con una forma redondeada en la parte por donde se sujetaba y su marca era Tama, mientras que la que me vendieron estaba ligeramente oxidada, con forma de T y una especie de accesorio que parecía poder desplegarse (aunque el óxido no lo permitía) para usarlo como destornillador de punta plana. Era una Ludwig. ¡Wow! acababan de venderme por unas miserables 150 pesetas (menos de 1€) lo que parecía un trozo de historia de la batería. A otro tal vez le habría parecido una llave vieja y roñosa, a mí me pareció algo que debía conservar y, dado que no disponían de ninguna más, me dirigí a otra tienda a comprar otra pues, aunque solo había perdido una llave hasta el momento, algo en mi interior me decía que eso no iba a ser un caso aislado, mejor tener alguna otra de reserva. 

Me conseguí un par de llaves standard de Gibraltar con forma de T, sin más accesorios que un agujero para colgarlas del llavero, y al llegar a casa guardé en un cajón esa llave antigua y venerable que la providencia había puesto en mis manos. A ella, al reaparecer de su viaje por un universo paralelo, se uniría cierto tiempo después la llave Tama original que me entregaron con mi batería Mapex ¿? No preguntéis. Yo tampoco lo entiendo. Y ahí quedó la cosa hasta que se volatilizaron las dos llaves Gibraltar y tuve que ir a por otra. Si no recuerdo mal, la siguiente en caer en mis manos fue la típica Pearl en forma de T, con una pequeña esponjita triangular negra con el logo de la marca en el extremo de las «alas». Resultando también bastante asequibles, cogí un par de ellas sin más objetivo que el de usarlas y tener algún repuesto.

Fue en el año 1997 cuando, al comprar mi primera caja (aparte de la que venía de serie con mi batería), se despertó mi «drumkeyholismo «. La caja fue una Mapex Black Panther de 14″x 3» 1/2 que traía como extra una bolsita transparente con una llave de afinar con el nombre Mapex grabado en relieve. A mis ojos parecía una pequeña obra de arte, con formas más curvadas que las típicas Gibraltar y Pearl. Decidí conservarla junto a la vieja Ludwig y, al ir a dejarla, vi que se habían amontonado un pequeño puñado de llaves. Sí, las llaves que fortuitamente desaparecían volvían a aparecer inadvertidamente en el bolsillo trasero de unos tejanos, en la bolsa de las baquetas, o bajo la moqueta (no me preguntéis cómo llegan ahí, la cuestión es que lo consiguen) y acababan en el mismo cajón donde sabía que podría ir a buscarlas cuando necesitara una. Rápidamente fui a buscar otra llave que tenía siempre localizada y andaba siempre arrastrada por el suelo, sujeta por un clip a la plataforma de mi pedal dw5000. Ya empezaban a conformar un conjunto curioso y nada desdeñable.

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Ahí estaban esas 6 llaves (drumkey): Tama, Ludwig, Gibraltar, Pearl, DW y Mapex. Me quedé observándolas una a una y, si bien mis preferidas eran la nueva Mapex por su diseño y la Ludwig por su historia, empecé a apreciar las diferencias entre ellas, y a verlas como pequeñas joyas del diseño. Cada una con sus detalles y particularidades. Cada una reflejando en pequeño una parte de la personalidad de la marca a la que pertenecían; la Ludwig, añeja, con pinta de haber sobrevivido a mil y una vicisitudes y saber todo lo necesario sobre el mundo baterístico y la afinación (¿funcionaría sola?). El maestro Yoda de las llaves de afinar. La Mapex, estilizada, moderna, como corresponde a una marca con apenas 10 años de existencia.

La Gibraltar, sencilla, incluso tosca, pero básicamente funcional, como el resto de herrajes que fabrican. La Pearl, simple pero efectiva, cómoda, pero sin nada que llame la atención. La Tama, robusta, con un diseño claramente distinto de las otras. Y la DW, sencilla también, pero más redondeada y chata, bien pensada, con su estrechamiento para alojarse en el clip de la plataforma del pedal, práctica. Pensé entonces que podía ser divertido reunir una pequeña (¡ay de mí!) colección de esos objetos. Era evidente que cada marca tenía su propio diseño. Se me antojó una empresa asequible, tanto por espacio (las llaves son pequeñas y no debe haber más de 20 marcas de batería, pensaba yo… XD), como por inversión (hasta ese momento ninguna me costó más de 250ptas, apenas 1’5€), como por facilidad de localización, yo vivía en Barcelona y había gran cantidad de tiendas de instrumentos; la llave que no tuviera una tienda, la tendría otra…      

¡Qué equivocado estaba! No solo hay más de 20 marcas de baterías (u otros instrumentos de percusión), hay también muchas más que se dedican solo a fabricar accesorios. No diré que el número sea infinito. ¡Pero lo parece! Os diré que a día de hoy mi colección de llaves ronda las 400 y no es de las pequeñas, pero ni mucho menos de las más extensas. El capo en esto de coleccionar llaves es Svatopluk Dresler (Arno), un checoslovaco cuya colección supera ahora mismo ¡¡¡las 800!!!

También me equivocaba acerca de donde conseguiría mis llaves. El número de tiendas de mi ciudad resultó ciertamente limitado, así como las de las poblaciones adyacentes. Además, muchas de las llaves que existen en el mundo no llegan a comercializarse en España, siendo mucho más fácil conseguirlas en Estados Unidos o incluso en el Reino Unido. Pero otras solo se comercializan en Japón, Brasil, Argentina, etc. Eso supone también que me equivoqué con lo de que sería una colección asequible económicamente. Obviamente sería más caro coleccionar cajas o platos, pero en lo referente a importar llaves, al precio de estas (que puede ir desde 1€ hasta los 45€ en llaves standard o hasta XXX en llaves vintage/descatalogadas) hay que sumar gastos de envío y de aduanas, factores que pueden duplicar o incluso triplicar el precio de una llave. Pero como buen coleccionista uno no se detiene por ninguno de esos motivos, e Internet y los amigos que viven o viajan a otros países se convirtieron en mis mejores aliados para conseguir nuevas piezas.

Como más disfruto es acercándome a una tienda y, tras explicarle al dependiente mi curiosa afición, conseguir que rebusque en sus cajones a ver si tiene alguna llave antigua, descatalogada, raruna o simplemente que no esté en mi colección por sencilla que sea. Porque si bien hay llaves más elaboradas que otras, llaves con múltiples funciones y/o complementos, llaves más prácticas que otras o llaves extravagantes, la mejor llave SIEMPRE es la última que consigues incorporar a la colección. Sin embargo, una vez ya has hecho esto en las tiendas ubicadas en tu zona, solo puedes repetir el proceso cuando viajas a nuevas ciudades. Por eso siempre que viajo procuro buscar de antemano la ubicación de las tiendas de instrumentos del lugar, y planifico una ruta que me permita visitar el máximo número de ellas en una sola tarde o mañana. Disfruto más así que visitando cualquier museo o monumento. Mi familia no tanto, pero me toleran… ¡Qué se le va a hacer! Supongo que piensan.

Como decía, Internet se convirtió en uno de mis mayores aliados tanto para conocer las distintas llaves que existen, como para localizarlas. El primer lugar al que acudí fue a Ebay, y de ahí es de donde provienen al menos el 50% de las llaves que poseo. Es sencillo, escribes «drum key» o «drumkey» en el motor de búsqueda, seleccionas «worldwide» como área de búsqueda y obtienes en segundos 477 resultados. Ahí empiezas a mirar cuáles tienes y cuáles no, cuáles tienen un precio razonable incluyendo el envío, compras y las recibes en casa. Tal vez sea el sistema que menos satisfacción genera en cuanto a investigación, localización y obtención de la pieza, pero por otro lado es la manera más sencilla de aumentar la colección, y te da acceso a llaves de todo el mundo, eso sí, a las más corrientes. Aunque también a las vintage, que por lo general solo se encuentran ya de segunda mano.

Obviamente, Estados Unidos tiene el mayor mercado, la mayor producción y oferta, pero muchos países tienen sus propias marcas de batería, sus instrumentos de percusión tradicionales, etc. y afortunadamente la mayoría de estos instrumentos ha acabado adoptando el tornillo de afinación standard, de manera que el mercado es definitivamente global. Aunque no siempre ha sido así. De hecho, había compañías que ni siquiera usaban una llave específicamente construida para ello. Ludwig por ejemplo en determinadas épocas usaba llaves para patines, tanto para los tambores, como para los banjos que fabricaban. Otras compañías como Leedy o Sonor usaban tornillos ranurados (slotted, si quereis buscar por internet), otras usaban tornillos de cabeza hexagonal, pero finalmente, parece ser que se impuso el tornillo de cabeza cuadrada y con ello la estandarización de la llave de afinar.

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A pesar de que la mayoría de diseños se basan en la forma de T, que nos permite ejercer la presión necesaria para girar los tornillos de afinación con una sola mano, existen multitud de variantes. Centenares de variantes. Y aunque la mayoría de estas variaciones responden a criterios estéticos, las hay que incluyen formas más ergonómicas, tamaños sobredimensionados que permiten ejercer mayor fuerza al aumentar la palanca, dobles funciones, elementos que mejoran su rendimiento, tales como mecanismos de carraca, medidores de tensión, o complementos que hacen de la llave una auténtica multi-herramienta. Llaves para todos los gustos y necesidades.

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Y ya que hablamos de gustos, os comentaré los míos. Por un lado, están las llaves que más me gustan estéticamente hablando, como coleccionista. Mi llave preferida, tanto por su diseño, como por el hecho de que soy un fan reconocido de la marca, es la primera versión de llave de afinación que hizo Mapex. En la foto podéis ver las 4 variantes que he logrado reunir; la cromada, que lleva grabado en un lado Mapex, sus variantes en dorado y en cromado negro y la que lleva grabado Mapex por un lado y Jupiter por el otro. Mis otras llaves preferidas por su diseño son las llaves de Sabian, ddrum y Natal.

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El haber tenido en mis manos más de 400 llaves me ha permitido ir testeando los distintos tipos que existen y poder valorar las particularidades de cada una de ellas. Así, de entre todas las llaves que he probado, hay 4 que, bajo mi punto de vista, destacan por encima de las demás por su funcionalidad. En primer lugar, está la llave Evans que también es palometa de sujeción para pie de plato. Es una llave sencilla, pero el hecho de que a la vez sea palometa para el pie de plato hace que sea prácticamente imposible que te la dejes en casa y te encuentres sin llave de afinar en una actuación; llevo una en cada pie de plato. 

En segundo lugar, está la Firefly, que tiene un mecanismo de carraca continuo que permite enroscar o desenroscar los tornillos a bastante velocidad, muy práctica si has de cambiar todos los parches de la batería. Para este menester la gente suele preferir las que se adaptan a un destornillador eléctrico, indudablemente son más rápidas, pero nunca me ha parecido fiable usar este sistema: me da miedo que, si no entra bien el tornillo, podamos pasar la rosca al atornillar a demasiada velocidad, aunque seguramente sea solo una manía mía, mucha gente lo hace así. Y por último están mis preferidas; la llave diseñada y fabricada en Japón por Drummers Base y la diseñada por Sonor junto a Gavin Harrison, la Protean. Ambas me gustan por el mismo motivo, pero cada una la uso en un momento distinto. Lo que hace que me parezcan la llave ideal es el pequeño espárrago que sobresale por encima de la T. 

Si bien otras llaves tienen también este extra, el de estas dos me parece el más cómodo con diferencia. Por si os lo estáis preguntando, pequeño saliente sirve para que cuando empezamos a apretar los tornillos de un tambor, no tengamos que hacerlo cogiendo el tornillo directamente por su cabeza, que es incómodo y en cierto punto puede doler, ni por la rosca que, si está convenientemente engrasada, nos pringará los dedos irremediablemente. Con estas llaves podremos hacer el ajuste fino con los dedos a través de dicho espárrago sin lastimarnos, ni ensuciarnos. 

También permite hacer girar el tornillo a gran velocidad cuando los estamos quitando para cambiar el parche, como si de un trompo se tratara. Uso la DB en mi estudio y es realmente mi preferida, porque la cruceta de la T es de madera, y del mismo diámetro que una baqueta 5A, así que cuando estoy afinando puedo usarla para comprobar el tono que me da el parche cerca de cada tornillo de afinación, sin tener que dejar la llave y coger la baqueta (¡ojo! El 80% de las llaves desaparecen justo en este momento). Sin embargo, su tamaño es un tanto excesivo, y aquí es donde la Protean casi se pone a su altura, no tiene la pieza de madera, pero es mucho más cómoda de llevar en el bolsillo de los tejanos.

 

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Si tenéis curiosidad, podéis echar un vistazo a mi colección a través de mis redes en:

 https://www.facebook.com/DrumKeysCollectors/

https://www.instagram.com/drumkeyholism/

¡Y recordad! Si viajáis a países asiáticos, nórdicos o latinoamericanos, no dejéis de avisarme, ¡¡¡os haré un encargo!!! 

Abel Garró Gómez.

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